Hace casi tres cuartos de siglo, el 11 de mayo de 1950, se estrenaba en el Théâtre del Noctambules de Paris La cantante calva, opera prima del dramaturgo Eugène Ionesco, pieza señera del llamado teatro del absurdo. Esta corriente literaria surgió como consecuencia del estado de ánimo posterior a la tragedia de la II Guerra Mundial: los diálogos inconexos, la inexistente secuencia dramática, la situaciones ilógicas reflejaban el caos y la confusión de un mundo deshumanizado.
En La cantante calva Ionesco se inspiró en su propia experiencia al estudiar inglés por su cuenta. Los artificiosos diálogos y situaciones típicos de los métodos de autoaprendizaje le llevaron a crear diálogos absurdos y a llamar a sus personaje Sr. y Sr. Smith. Como muestra un botón:
SRA. SMITH:– La pobre Bobby.
SR. SMITH:– Querrás decir «el» pobre Bobby.
SRA. SMITH:– No, me refiero a su mujer. Se llama Bobby como él, Bobby Watson. Como tenían el mismo nombre no se les podía distinguir cuando se les veía juntos.
La improbable confusión de una pareja, hombre y mujer, que se llaman igual y resultan indistinguibles era una situación absurda en 1950.
2024. Televisión Autonómica Canaria. El presentador del espacio Conecta Canarias da paso a la presidenta del Observatorio de Derechos Sociales de Canarias, Emma Colao. En pantalla aparece un señor calvo con gafas. El presentador se excusa, ha habido una confusión. Las cosas del directo. Se retoma la conexión y de nuevo aparece el señor calvo con gafas que resulta ser…¡la tal Emma Colao! Azorado, el presentador, que se ha dado cuenta de su error, trata de disculparse, pero Emma Colao airada le espeta: «A mí no me sale fingir y lo que ha ocurrido no es que se hayan equivocado de persona, es que evidentemente aquí se han equivocado de género. Y, sinceramente, me parece tan aberrante lo que acaba de pasar que tengo que cortar la emisión».
Haciendo un esfuerzo, puedo empatizar con el enfado de Emma Colao, lo que no puedo es tolerar su falta de respeto por el diccionario. Lo que le acababa de pasar a Emma Colao puede calificarse de “indignante” desde su punto de vista, pero de ningua manera “aberrante”, que según el DRAE «adj. Dicho de una cosa: Que se desvía o aparta de lo normal o usual».
Que un señor calvo y con gafas se crea una mujer puede llegar a ser tolerable, pero que ese señor se empeñe en que los demás también lo creamos es aberrante.