La culpa de ser un judío español, por David González

En julio de 2020 el gobierno de Pedro Sánchez, en la persona de su vicepresidenta Carmen Calvo, se adhirió a la firma de la definición IHRA de antisemitismo (International Holocaust Remembrance Alliance). La judeofobia es un fenómeno históricamente dinámico. Hoy ya no resuenan tanto las acusaciones clásicas de deicidio, los libelos de sangre medievales o el racismo del siglo pasado, pero este odio adquiere nuevos rostros, por eso es necesaria su revisión y vigilancia continua. En esta definición actualizada, a cuya rúbrica se han sumado más de treinta y un países desde el 26 de mayo de 2016, se recogen nuevos matices que importa mucho hacer públicos, entre ellos podríamos destacar: “denegar a los judíos su derecho a la autodeterminación, por ejemplo, alegando que la existencia de un Estado de Israel es un empeño racista, aplicar un doble rasero al pedir a Israel un comportamiento no esperado ni exigido a ningún otro país democrático o establecer comparaciones entre la política actual de Israel y la de los nazis”. Desde hace muchos años la Federación de Comunidades Judías de España, Movimiento contra la Intolerancia y otras asociaciones estamos promoviendo su conocimiento, difusión y, lo que es más importante, su aplicación. También desde hace nueve meses, el actual gobierno de España, muchas más instituciones -incluyendo universidades como la nuestra, la de Valencia- y medios de comunicación han venido ignorando esta realidad histórica en nuestros días de la forma más impúdica: el antisemitismo hoy. Todavía entre nosotros. 

La masacre del 7 de octubre es una de las mejor documentadas porque la grabaron y expusieron sus propios perpetradores, Hamás y Yihad Islámica, en cuyas líneas estatutarias explicitan sin rubor su intención de aniquilar al pueblo hebreo y el estado de Israel, y se han felicitado de hacerlo. Desde que éste comenzó a ejercer su legítimo derecho a la defensa han sonado en sus fronteras más de cinco mil doscientas sirenas de ataque; solamente en el norte, durante este 2024, se les ha atacado con más de tres mil trescientos cincuenta misiles -mil en el mes pasado de mayo-, se han producido ciento cincuenta mil desplazados en la frontera norte con el Líbano, siguen secuestradas en Gaza más de cien personas incluyendo a bebés y personas mayores, y llevamos nueve meses escuchando acusaciones infundadas contra las Fuerzas de Defensa de Israel -el ejército con el código ético más férreo del mundo- de lo más absurdo que se le puede acusar a un pueblo como el hebreo, que ha sufrido la Shoá: cometer un genocidio. Citemos al líder de Hamás en la franja de Gaza: “Entre más civiles palestinos mueran, más presión internacional caerá sobre Israel. Llegamos a los titulares con sangre. Si no hay sangre, no hay noticia”. Ya se ha escrito suficiente sobre esto hasta el punto de que las relaciones diplomáticas entre nuestros países se encuentran en el estado más crítico desde que se establecieron en 1986. Pueden obviar (no se preocupen, lo hace todo el mundo) que Israel ha sido la única parte de este conflicto que ha intentado infructuosamente desde hace más de ochenta años la “solución de los dos estados” cinco veces, algo que siempre ha rechazado la parte palestina, dominada eternamente por sus líderes más fanáticos, aquellos que no conceden, ni lo harían nunca, que Israel pueda existir a su lado en paz y armonía. Disculpen la ironía. Sin embargo, se lanzan sin vergüenza eslóganes del estilo “Palestina libre, del río al mar” incluso desde miembros del Gobierno, y no pasa nada ¿Por qué tendría que pasar algo? Son judíos. Hezbolá tiene un ejército mejor armado y financiado que Hamás o Yihad Islámica. Lleva anunciando sus intenciones de eliminar a Israel desde su fundación y ataca a diario el norte de su odiado enemigo desde el fallido estado libanés. Lo han “colonizado”. Sale continuamente en los medios -nadie puede negarlo-…. Bien, también cooperan a esta guerra los terroristas hutíes en Yemen y la prolongación de las células terroristas que promueve la Guardia Revolucionaria de Irán, el verdadero pulpo de estos tentáculos que está frotándose las manos contemplando el panorama internacional de “israelofobia”, la forma más moderna del antisemitismo, el antisionismo: negar al pueblo judío su derecho a la autodeterminación, algo concedido internacionalmente desde 1947. Pero ¿es relevante? No. Son judíos. “Juden”. Israel es el único estado judío del mundo. Si se defendiera mañana en otra guerra contra este “régimen del terror” yihadista no tengo la menor duda de que se le culparía de la misma forma que ahora. Y es que un israelí parece obligado moralmente a morir, a dejarse matar, como si fuera una tradición ancestral. 

Mi universidad ya no es mi universidad. Después de la “okupación” por las acampadas propalestinas que ha reconocido públicamente su Rectora Magnífica, Mavi Mestre, ella mismo -que no quiso recibirnos hace ya años como asociación- ha escrito una página para la historia: una mezcla de cobardía, cesión al boicot contra Israel y discriminación que atenta contra los valores académicos más básicos. Citando literalmente el “Compromiso de la Universidad con Palestina.  Pronunciamiento del Consejo de Gobierno del 28 de mayo de 2024” se ha resuelto que “no se firmará ningún acuerdo con instituciones académicas israelíes, se evitará la explotación de infraestructuras científicas de la Universidad de Valencia por el personal investigador de estas instituciones y suspenderá las estancias tanto “entrantes” como “salientes””. Ni una sola referencia textual para negarse a trabajar con instituciones palestinas que no condenen el terrorismo islámico. Eso no sería políticamente correcto…“Juden”. Son judíos. En el universo de lo “politically correct” hay muchas más variables. Hablemos de la URNWA. 

El Ministerio de Exteriores israelí ha hecho público su informe sobre la implicación de esta institución antes, durante y después de la matanza del 7 de octubre: “URNWA. What You Need to Know”. Trece empleados de la institución participaron activamente en la masacre; seis de ellos se infiltraron activamente en la acción, cuatro de ellos, en los secuestros. Mil cuatrocientos empleados eran miembros activos de Hamás o Yihad Islámica, el cincuenta por ciento del total tienen relaciones familiares de primer grado con las dos organizaciones terroristas. Está documentada la utilización de sus instalaciones y escuelas por parte de Hamás para atacar a Israel con fuego de artillería. En sus escuelas les enseñaban matemáticas a los niños con métodos peculiares, los más avanzados pedagógicamente: “Si hay cinco judíos y matas a cuatro ¿cuántos quedan?”. Desde el antisemitismo y yihadismo fanático más extremo les invitaban a convertirse en “mártires” matando… ¿Quieren que siga? Porque tengo más datos. 

¿Seguimos siendo políticamente correctos? La Universidad que ya no me representa alberga todavía a la Facultad de Filosofía. Yo soy filósofo. Me interesa la verdad. Prefiero que sean ustedes quienes se documenten fielmente sobre esta realidad sociopolítica. No por mi. En este mundo postmoderno que prima el “relato” sobre los “hechos” prefiero la verdad con todas sus consecuencias. Aceptaría con gusto la cicuta que aceptó Sócrates.

Como en el caso Dreyfuss. Yo acuso.