En un pulso comercial que no cesa, la Comisión Europea reafirmó hoy su inquebrantable estrategia de negociación frente a las recientes arremetidas arancelarias del presidente estadounidense Donald Trump. Pese a los ultimátums y las declaraciones que llegan desde Washington, la UE se mantiene firme en su apuesta por el diálogo, buscando un acuerdo «lo más rápidamente posible», según confirmó un portavoz oficial. La confianza, aunque moderada, persiste en Bruselas ante la posibilidad de un pacto antes de que expire el plazo de dos semanas fijado por Trump para endurecer sus condiciones.
La reciente postura de la administración Trump ha tomado por sorpresa a la capital europea, especialmente después de que las conversaciones entre Bruselas y Washington parecieran haber entrado en una senda productiva en las últimas semanas. «Todavía hay negociaciones políticas y técnicas», insisten los portavoces, aunque en privado, las opiniones sobre el resultado son diversas. El principal temor no es la imposibilidad de un acuerdo, sino la conocida imprevisibilidad de Trump, quien se sabe que maneja directamente el tema arancelario desde el Despacho Oval.
Aunque el secretario de Comercio, Howard Lutnick, y el representante comercial, Jamieson Greer, dialogan con el comisario de Comercio, Maros Sefcovic, en Bruselas se da por hecho que la decisión final recae exclusivamente en el presidente republicano. Esta centralización del poder decisorio subraya la necesidad de una interlocución más fluida entre la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, y Trump. Sin embargo, en los cinco meses transcurridos desde su regreso a la Casa Blanca, la relación ha sido mínima, limitándose a un saludo en un funeral y una breve conversación telefónica. La portavoz principal de la Comisión Europea, Paula Pinho, confirmó hoy que no hay encuentros bilaterales previstos entre ambos líderes en la próxima cumbre del G-7 en Alberta, Canadá.
Cumbre del G-7
La cumbre del G-7, que arranca el próximo domingo, se perfila como un escenario clave para que Trump perciba en persona el rechazo generalizado a sus políticas proteccionistas. Con la excepción del propio presidente estadounidense, el resto de los líderes presentes –Francia, Alemania, Italia, Reino Unido, Japón y Canadá, además de los representantes de la UE– se oponen firmemente a la elevación de aranceles.
Este encuentro también ofrecerá una oportunidad para abordar el aumento del gasto en defensa, un tema que, para la Unión Europea, está intrínsecamente ligado a la guerra comercial. Si la actividad económica se resiente por los aranceles, el gasto en defensa también lo hará.
La sensación en Bruselas es que, incluso si se logra un acuerdo, los aranceles han llegado para quedarse. El ministro español de Economía y Comercio, Carlos Cuerpo, ya había expresado su resignación al respecto el pasado mayo. Aunque Trump decretó una tregua parcial de 90 días en abril, ciertos gravámenes como el 25% al acero, aluminio, automóviles y componentes, y el 10% de los «aranceles recíprocos» siguen vigentes.
Las fuentes comunitarias, incluso las más optimistas, ven con escepticismo la propuesta europea de eliminar todos los aranceles para importaciones y exportaciones de productos industriales a ambos lados del Atlántico. A esto se suma que Estados Unidos mantiene abiertas varias investigaciones a sectores manufactureros estratégicos de la UE (como medicinas y semiconductores), lo que podría derivar en nuevos gravámenes.
Ante un posible escenario de consolidación de aranceles más altos, la incógnita reside en la respuesta de la UE. Por ahora, Bruselas tiene suspendida una primera respuesta (aumento de aranceles a importaciones estadounidenses por valor de unos 20.000 millones de euros) y está preparando una de mayor alcance (en torno a 95.000 millones) en caso de que las negociaciones no lleguen a buen puerto.