La comunidad de Extremadura y el Partido Socialista están de luto. Guillermo Fernández Vara (Olivenza, Badajoz, 6 de octubre de 1958), el político que más marcó el devenir de la región en las dos últimas décadas, falleció este viernes a los 66 años tras una larga enfermedad que le fue diagnosticada en 2023. La noticia ha causado una profunda conmoción, pese a que su círculo más próximo conocía la gravedad de su estado. Fernández Vara será recordado como el «hombre tranquilo» de la política, un político «querido y respetado» que supo gestionar la comunidad en dos periodos (2007-2011 y 2015-2023) «sin estridencias ni debates gruesos», según sus allegados.
Fernández Vara deja un legado de servicio público que abarcó tanto la política regional como nacional. Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Córdoba y médico forense de profesión (cuerpo en el que fue número uno de su promoción), su vida dio un giro de 180 grados al ser elegido por Juan Carlos Rodríguez Ibarra como sucesor.
Fue diputado en la Asamblea de Extremadura entre 2003 y 2024 y ocupó múltiples cargos en la Junta desde 1995, incluyendo director general de Salud Pública y Consumo, consejero de Bienestar Social, y consejero de Sanidad. Además, fue vicepresidente segundo del Senado desde 2023, y lideró el partido como secretario general del PSOE de Extremadura desde 2008 hasta 2024, compaginando este rol con el de Secretario de Política Autonómica del PSOE a nivel nacional.
El mayor hito de su gestión como consejero de Sanidad fue liderar la transferencia de las competencias del Gobierno central a la comunidad autónoma en los años 90, lo que permitió poner en marcha el Servicio Extremeño de Salud (SES) y la red de centros de salud y hospitales de la región.
De votar a UCD a sucesor de Ibarra
Nacido en Olivenza en el seno de una familia acomodada (nieto de fiscal e hijo de magistrado del Tribunal Supremo), la trayectoria política de Fernández Vara es singular. En 1977 y 1979 votó a UCD siguiendo a su padre. Posteriormente, se afilió brevemente a Alianza Popular (AP) de la mano de Antonio Hernández Mancha. Sin embargo, su vida y su carrera política dieron un giro de 180 grados a principios de los 90 al conocer a Juan Carlos Rodríguez Ibarra, de quien se convirtió en «delfín». Su mentor lo designó sucesor en 2006, obteniendo el respaldo mayoritario para ser el candidato del PSOE a la Presidencia tras la renuncia de Ibarra.
En su primera victoria en 2007, Fernández Vara cosechó el segundo mejor resultado de la historia del PSOE extremeño (38 escaños y 53% de votos). Pese a la incontestable mayoría, se guio por la moderación y la humildad, buscando el consenso con el PP para aprobar la reforma del Estatuto de Autonomía y la Ley de Educación.
Los momentos más duros de su trayectoria llegaron en 2011 con la primera derrota electoral del PSOE de Extremadura. A pesar de los 30 diputados, la abstención de IU permitió la investidura de José Antonio Monago (PP). Fernández Vara eligió quedarse en el banco de la oposición para «aprender» y vivir una etapa de «reseteo» personal, convencido de que la derrota se debía a errores propios. Se mudó con su familia de la residencia oficial a un piso de alquiler en Mérida y fue en esa época que vivió la pérdida prematura e inesperada de sus dos hermanos mayores, Lourdes y Julio Jesús, ambos a causa del cáncer.
Regresó a la Presidencia en 2015, revalidando el cargo de secretario general del PSOE con un 95% de los apoyos. El político, criado en un entorno familiar católico practicante y culé, solía recordar las palabras de su madre, su querida ‘mai’, cuando se inició en política: que no se metiera en líos y que no se metiera con nadie. Deja esposa, María Luisa Martínez, dos hijos (Teresa, pediatra, y Guillermo) y tres nietos. Hoy, el «millón de amigos» del que siempre presumía, y toda la sociedad extremeña, lloran al presidente conciliador que, según sus palabras, se fue «con la cabeza alta, el bolsillo limpio y la conciencia tranquila».



