La intensa ofensiva del BBVA para absorber el Banco Sabadell mediante una oferta pública de adquisición (opa) hostil ha terminado en un fracaso rotundo. La entidad vasca no consiguió la adhesión necesaria de los accionistas, obligando a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) a declarar la oferta como resultado «negativo». El BBVA solo obtuvo una aceptación del 25,33% de las acciones (y 25,47% de los derechos de voto), una cifra muy por debajo del 30% mínimo que se había fijado como condición de validez.
Este desenlace garantiza la continuidad del Banco Sabadell como entidad independiente, una victoria que su cúpula, liderada por Josep Oliu y César González-Bueno, llevaba 17 meses defendiendo tenazmente. La resistencia fue posible gracias a un frente amplio que incluyó a inversores minoristas, clientes, grandes empresas catalanas y, sorprendentemente, a grandes fondos institucionales.
El resultado supone un revés para el presidente del BBVA, Carlos Torres, cuyo «empeño casi personal» en la operación (lanzada tras dos rechazos del Sabadell) ha quedado frustrado. Torres se queda sin opciones de retomar el asalto en el corto plazo, ya que la ley le impide intentarlo de nuevo en al menos un año.
El BBVA ha reaccionado inmediatamente a la noticia anunciando que «retoma de manera acelerada» su plan de retribución al accionista. La entidad ha confirmado la reanudación del programa de recompras de 1.000 millones que estaba congelado por la opa, la puesta en marcha de otro programa de recompra «significativo» tan pronto como reciba la autorización del Banco Central Europeo (BCE), y el pago de su primer dividendo a cuenta, de 1.800 millones, en noviembre.
Estas «dádivas a los accionistas», sumadas a los resultados récord del banco (superó los 10.000 millones de beneficio el año pasado), son los principales argumentos de la directiva para justificar su permanencia. Las acciones del BBVA en la Bolsa de Nueva York reaccionaron positivamente a estos anuncios, disparándose un 8%.
La clave de la resistencia
El equipo directivo del Sabadell (Oliu y González-Bueno) sale reforzado, confirmando su principal tesis de que el banco vale más en solitario que con la valoración ofrecida por el BBVA. La clave de la victoria no residió solo en la base minorista, sino en el inesperado rechazo de los grandes fondos:
La resistencia se construyó desde los inversores minoristas, muchos de ellos clientes, y las grandes empresas y pymes catalanas, que representan el 40% del capital. De los accionistas y clientes, solo un 1,1% del capital acudió a la opa. A pesar de que el BBVA presumía de tener el «sí» de grandes inversores institucionales (que representan el 30% del capital), como BlackRock y Algebris Capital, el apoyo final fue muy inferior. La firme oposición del Gobierno central, que amenazó con condiciones de autonomía que comprometían las sinergias de la fusión, y la posibilidad de que el BBVA lanzase una segunda opa a mejor precio, influyeron en la decisión de los fondos de decir «no». Las dudas también se extendieron entre los fondos indexados (el 20% del capital), cuyo voto depende de las expectativas sobre el resultado de la opa.
El BBVA, al no alcanzar ni siquiera el 30% mínimo, se queda sin opciones de quedarse con la participación obtenida y lanzar una segunda oferta en efectivo. La opa ha fracasado completamente.



