martes, 16 de diciembre de 2025

Tras Trump y Zelenski: ¿Cuál es el futuro de Ucrania en un escenario de fatiga bélica y reajuste global?

Ucrania afronta su etapa más incierta desde la invasión rusa de 2022. La nueva realidad política en Washington, marcada por la presidencia de Donald Trump, ha impuesto un cambio tectónico en la estrategia occidental, coincidiendo con una fase de profundo desgaste militar y económico para el gobierno de Volodímir Zelenski. El futuro de Kyiv ya no se define solo en el frente del Donbás, sino en los despachos de Washington y Bruselas, y el horizonte inmediato se dibuja bajo la presión de un alto el fuego condicionado.

La llegada del presidente Trump al poder en enero de 2025 supuso una inmediata reestructuración del apoyo estadounidense. Tras meses de críticas a la ayuda millonaria, la administración Trump suspendió temporalmente la asistencia militar directa para forzar a Kyiv a sentarse a la mesa de negociación. Aunque este pulso diplomático se suavizó en marzo con la reanudación del intercambio de inteligencia y la ayuda militar, fue a cambio de que Ucrania aceptara un plan de alto el fuego de 30 días con Rusia.

Este cambio estratégico se ha concretado en un nuevo mecanismo de asistencia denominado Prioritized Ukraine Requirements List (PURL). Bajo este sistema, Estados Unidos autoriza el envío de armamento y equipos, pero la financiación proviene mayoritariamente de los aliados europeos. Este enfoque de «ayuda colectiva» descarga la responsabilidad financiera directa de Washington, aunque mantiene el flujo de sistemas de armas estadounidenses vitales para el ejército ucraniano.

Sin embargo, la suspensión inicial y los condicionamientos de Washington han generado una vulnerabilidad palpable. Expertos advierten que, sin el liderazgo pleno y las capacidades de inteligencia y logística de Estados Unidos, la posición militar ucraniana se debilita frente a Rusia, que busca explotar esta ventana de fragilidad. Moscú mantiene una posición innegociable sobre los territorios anexionados (Crimea, Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia), insistiendo en que cualquier cese al fuego debe reconocer «las nuevas realidades en el terreno».

En respuesta a la presión y al estancamiento, la estrategia militar de Ucrania en 2025 ha evolucionado. En lugar de grandes contraofensivas, el foco está en una guerra de desgaste apoyada por la innovación tecnológica. Ucrania ha intensificado los ataques de largo alcance en el interior del territorio ruso (principalmente contra infraestructura militar y energética) y ha priorizado la preservación de su capital humano. El uso masivo de drones es el rasgo más distintivo del conflicto, siendo la base de la defensa ucraniana para reconocimiento, ataques de precisión y minado, y una materia en la que Kyiv está demostrando ser más avanzada que sus adversarios.

Desafíos económicos y políticos

En el plano interno, el futuro de Ucrania está condicionado por una economía que se tambalea. A pesar de los esfuerzos de recuperación iniciales, el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD) ha rebajado su previsión de crecimiento para 2025. La producción industrial ha caído y el volumen de exportaciones se ha reducido. Kyiv depende casi por completo de préstamos y donaciones internacionales, con el BERD habiendo asignado más de 7.000 millones de euros en los últimos años para sostener sectores clave como la energía, la seguridad alimentaria y la infraestructura crítica.

El problema central es que la economía ucraniana ha alcanzado un techo de crecimiento, incapaz de avanzar sin un cambio estructural y sin el fin de la guerra. Con gastos militares ineludibles y poco margen para recortar partidas sociales como educación o sanidad, el gobierno de Zelenski se enfrenta al dilema de mantener el esfuerzo bélico mientras evita el colapso financiero.

El horizonte de Ucrania está marcado por la necesidad de convertir los compromisos de ayuda europeos en entregas efectivas y por la obligación de definir una posición negociadora con Rusia que equilibre la soberanía nacional con la cruda realidad del desgaste militar. El liderazgo ucraniano debe navegar entre la presión de Washington para un cese del fuego y la retórica de Moscú que exige la cesión territorial. La capacidad de Kyiv para mantener la moral interna, innovar tecnológicamente y asegurar la fluidez de la ayuda occidental determinará si el futuro es el de una victoria defensiva o el de un acuerdo de paz impuesto por las «nuevas realidades» del campo de batalla.

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