Los testimonios de las víctimas transforman el funeral de Estado en un clamor por la Justicia

El corazón del funeral de Estado en Valencia, celebrado al cumplirse un año de la dana que se cobró 237 vidas, residió en los desgarradores y a la vez firmes testimonios de tres familiares de víctimas. Sus palabras, leídas ante la Familia Real y la cúpula política, tejieron un relato de profundo dolor, inmensa gratitud por la solidaridad ciudadana y una firme demanda de responsabilidades.

La primera en tomar la palabra fue Andrea Ferrari, una joven de 20 años que perdió a su madre, Eva María Canut Montoro. Ferrari dio el pésame a todos los presentes y reconoció que, un año después de que el agua «arrasara las calles, las casas y las vidas», el vacío persiste. «Caminamos con cicatrices en el alma, pero con la mirada firme», declaró. La joven rindió homenaje a quienes se fueron, pero también reconoció a quienes se quedaron, subrayando que la dana «cambió para siempre la historia de nuestros pueblos». En su discurso, Ferrari dedicó palabras de amor a su madre, a quien definió como «luz y amor en estado puro» y cuya fuerza la impulsa a seguir adelante. Concluyó con un llamamiento: un año después, «la calma no ha llegado sola», sino que se construye con esperanza y unión, pidiendo que prevalezcan «la verdad, el respeto y la humanidad» y que el acto se convierta en una «lección de no olvidar».

Tras ella, la serenidad con la que Naiara Chuliá leyó una larga carta de amor a su marido fallecido, Slim, un «luchador incansable» de origen tunecino, conmovió a los asistentes. Naiara relató 25 años de amor, dos hijos y una casa que reformaban ellos mismos. La viuda compartió recuerdos íntimos, como la sensación premonitoria de «ser tan feliz que da miedo», días antes de la tragedia. La carta se centró en el dolor de la pérdida, las pesadillas constantes y el momento más duro: decirle a sus hijos que su padre no volvería. A pesar de todo, Naiara afirmó que «no quiero sentirme mal cuando me río ni culpable por lo que te ocurrió», y aseguró que criará a sus hijos «contigo, pensando como lo harías tú», pues su conversación con Slim «es infinita». La mujer recordó que en la sala había 237 historias de «familias destrozadas y sueños rotos», agradeciendo a quienes le repitieron que «no estábamos solos».

El tercer testimonio, el de Virginia Ortiz, prima de un fallecido en Letur, canalizó directamente la rabia y la necesidad de justicia. Ortiz agradeció a quienes ayudaron a encontrar los cuerpos, lamentando que no todas las familias tuvieran ese consuelo, y subrayó que la paz social solo es posible en una sociedad de igualdad y seguridad. Con contundencia, la mujer señaló a la responsabilidad política y la omisión de deber. «No son las inundaciones el causante de la catástrofe que hemos sufrido. Es quien omite su deber a sabiendas de que su omisión puede suponer la pérdida de vidas humanas, quien comete el acto primigenio que deriva en esas muertes».

Ortiz afirmó que «el poder siempre ha sido nuestro» y que el pueblo, unido, «hará justicia». En contraste con la crítica, también puso en valor la «naturaleza» de la sociedad que se levantó para ayudar sin que nadie se lo pidiera, mencionando específicamente el caso de David Lafoz Gimeno, quien falleció por «no conformarse a vivir en las injusticias» mientras acudía a ayudar con su tractor.

Los testimonios de las tres víctimas, que contrastaron la inmensa solidaridad ciudadana con el fracaso institucional de la alerta, sirvieron como eje emocional y moral de una jornada que también estuvo marcada por las protestas externas y la tensión ante la presencia de autoridades como el president Carlos Mazón.

Imagen: Andrea Ferrari.

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