La madurez política

La celebración de las improvisadas Elecciones Generales este pasado 23 de julio, convocadas por el pte del Gobierno y Pedro Sánchez tras el descalabro del PSOE y sus socios el 28-M con motivo de las Municipales y Autonómicas, generaba más hastío y ganas de “completar el trabajo” por parte del PP.

Sin embargo, y a pesar de la cercanía, el candidato del PSOE no se dejó amedrentar por ese “supuesto hastío”, y puso toda la carne en el asador, especialmente cuando salió esquilmado tras el debate cara a cara con Feijóo.

A partir de ese momento, el Partido Popular dio por hecho que las Generales estaban casi ganadas y que el pacto con VOX, alcanzando ambos partidos la mayoría en el Congreso, iba a ser una realidad el 23 de julio.

Pero nadie contó con un Sánchez irreductible, incansable y valiente, por qué no decirlo, que se la jugó al todo por el todo, aupando al mismo tiempo el proyecto Sumar que había creado junto con Yolanda Díaz. 

Y el resultado ya es conocido. Sánchez y el PSOE, Díaz y Sumar son los teóricos perdedores de unos comicios que ha ganado el PP con 136 escaños, pero que dejan a los populares en tierra de nadie, y ya no hablemos de VOX que se ha dejado 19, para cosechar unos pobres 33 diputados.

Así las cosas, la mayoría que parecía hecha para las formaciones más conservadoras se fue al traste en un recuento vertiginoso, a la par que desconcertante para la derecha, mientras que en la izquierda fue fraguándose un moderado optimismo, a medida que el escrutinio se hacía realidad.

Con este panorama, las opciones son muy claras: o gobierna Sánchez de nuevo con Sumar, los independentistas vascos y catalanes etc, o Feijóo consigue entenderse con PNV, Coalición Canaria y UPN, o de lo contrario, estamos abocados a unas elecciones a finales de este convulso año 2023.

Es por tanto, la mejor opción una repetición electoral)? Pues no parece la mejor, pero si sería la que se impondría de no conseguir ni Feijóo ni Sánchez la mayoría en la próxima composición del Congreso de los Diputados.

Pero a partir de aquí, la pregunta que surge es si los españoles hemos alcanzado ese punto de madurez política y democrática en nuestros días. 

Cierto es que el voto es libre y soberano, y que cada partido ha jugado sus cartas para convencer al electorado, aunque el candidato socialista haya utilizado el Gobierno para vender medidas populistas en campaña.

Y la realidad es que le ha funcionado, con promesas como las 30.000 o 40.000 plazas de empleo público, los pagos a jóvenes de hasta 20.000 euros para poner una supuesta empresa, a partir de los 18 años o transporte gratis y medidas tan surrealistas como los dos euros para los mayores que quieran ir al cine.

Estas medidas que parecen poco certeras, si han convencido a un electorado que no quería tener a VOX en el Gobierno, tras sus pactos con el PP a nivel autonómico, pero que debe pensar que con Sánchez, todo es la panacea.

Pues bien, bajo este argumentario solo queda pensar si una sociedad madura, evolucionada y con perspectiva, deja atrás el impulso latino en nuestro país, para pensar con cabeza las consecuencias de emitir un voto, aunque la elección sea libre y soberana.

Pero al mismo tiempo, la gente que le ha votado a VOX, por ejemplo, y que no se explica su floja representación parlamentaria, debería aprenderse el complejo mecanismo de nuestro sistema electoral basado en la Ley D´Hont, cuyo objetivo es bonificar a la fuerza hegemónica, penalizando la fragmentación del voto.

Es decir, si PP y VOX hubiesen ido en coalición al estilo Sumar, o solo se hubiese presentado el PP, estaríamos hablando de una mayoría casi absoluta. Sin embargo, al concurrir los dos partidos por separado, las circunscripciones y otras circunstancias impiden conseguir un porcentaje de voto que permita formar gobierno.

Y las consecuencias ya son conocidas: 2+2 no son cuatro, si no 2 o 6 en función de los acuerdos y alianzas. Pero para eso es necesario utilizar la madurez política.